Desde hace cerca de un decenio, los jóvenes
de Santa Clara llaman Malecón a los muros que circundan el teatro La
Caridad, coliseo ubicado en las áreas del parque Leoncio Vidal, centro
social de esta ciudad que cumplió 327 años.
La zona se llena de juventud a partir del atardecer y las citas se alargan hasta horas de la madrugada. Durante ese tiempo los asiduos conversan sobre temas actuales, tocan guitarras o simplemente se encuentran con amigos.
Esa denominación parece que responde a un viejo anhelo de los santaclareños, a quienes las playas de la provincia les quedan algo distantes, entre los 60 y 70 kilómetros hacia el norte; y los otrora ríos finos pero caudalosos que la cruzaban, ahora muestran sus corrientes deprimidas.
El afán de contar con espacios para el baño y áreas ventiladas cercanas al agua, llevó a la urbe a emprender, durante la década del 50 del siglo XIX , la construcción de cabañas para el descanso y lasvacaciones en las pocetas de Borrotico.
Esos dominios estaban ubicados en la parte más profunda del rio Bélico, cerca del barrio El Condado, hacia donde se dirigían los citadinos para escapar del sopor del verano tropical.
En los años 30, de la centuria anterior, el trazado de la carretera central por toda la Isla incluyó en la ciudad la construcción de varios puentes.
Al tramo de la vía, desde la calle Marta Abreu hasta la calle Alemán, los vecinos lo denominaron malecón de Santa Clara o malecón del Bélico, como muestra de la nostalgia por el mar en una localidad carente de costa marítima.
Esos puentes de enorme belleza muestran destreza y buen gusto de ingenieros y arquitectos, los cuales sortearon el escenario urbano y natural de la zona, entre ellos ríos, manantiales, hilos de agua, arroyos y quebradas.
Luis Machado Ordetx, periodista y escritor de Santa Clara, en su libro "Ciudades en Pugna" aporta datos sobre las ansias permanentes de los santaclareños por tener un litoral.
Relata que en 1689 la villa tenía dos salidas al mar, una al sur, el Puerto de Jagua, y otra al norte: el puerto natural del Embarcadero de Sagua la Grande.
Al establecerse la villa Fernandina de Jagua, pierden ese espacio y con ello las bondades que tenía el comercio marítimo en la época.
Posteriormente, al conformarse la villa de Sagua la Grande, los santaclareños ven desaparecer su último contacto con el mar.
Pasaron muchos años matizados de esfuerzos, intentos y diversas variables para obtener un lugar en la franja costera.
Esa realidad debilitó la ya poco desarrollada economía y sociedad de la Villa de la Santísima Santa Clara , y no fue hasta la década del 30 del siglo XX, cuando el trazado de la Carretera Central, principal vía terrestre del país, le da un lugar preponderante a la urbe, que estimula el crecimiento poblacional y económico.
El paso del tiempo no ha deprimido las ansias costeras de los naturales de estos dominios, quienes lejanos al mar Caribe, se crean su espacio en uno de los sitios más céntricos de la ciudad, los muros del teatro La Caridad hasta donde llegan para refrescar las tardes, con brisas mediterráneas provenientes del arbolado que adorna la principal plaza local.
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