
Fundador del proyecto Para
una Sonrisa, hace ya 15 años, este payaso de profesión, cuenta lo gratificante que es, convertir la tristeza en alegría, al menos por un
instante.
«Esta es unas de las cosa
que hago, que para mí son
especiales,-dijo Chelory Hernández- es muy gratificante. Cuando inició el
proyecto y me hablaron de él, supe que
mi norma, mi deber era hacer sonreír a
los niños. Tenemos un pase de risitas, que es como un una parodia del pase de
visitas, y vamos cama por cama para contentar la cara de pacientes y familiares».
Para Chelory Hernández,
ayudar a los niños ingresados en el hospital infantil, constituye una
misión de vida, que deja marcas
imborrables. Bonitas, tristes algunas, pero muy bien guardadas por el payaso,
que esta vez sin peluca y nariz, cuenta su experiencia.
«Recuerdo con mucho cariño a
Wilfredito, un pequeño que adoraba mi personaje, y por eso se apegó a mí. Yo
estuve con él hasta los últimos momentos, con su familia, y el agradecimiento de ellos me ayuda a seguir».
No
siempre son sonrisas…
«Cada vez que entro a la
sala y me acerco a los infantes enfermos, se me hace difícil, muchas veces
oculto lágrimas,- expresó- pero pienso en hacer diferente ese momento de
sinsabor, olvidando mis propios problemas por un bien mayor».
Quince años se cumplen este 18 de diciembre, de un proyecto
humanitario que ya echa raíces, una labor que Ángela Margarita Díaz, o la
payasa Dorita como la conocen los niños describiera perfectamente.
«Porque amo la vida escogí
este camino, y aunque algunos lo crean
espinoso y amargo, cuando un niño sonríe o agradece mi mano, yo no quiero otra
dicha ni galardón más alto».
El agradecimiento eterno del
pueblo al que sirven, a todos los que a base de amor ponen un granito de arena para dibujar una sonrisa
infantil en la cara de un pequeño enfermo.
Por Liana Consuegra Cogle.
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