Asistir a un acto el primero de mayo es
descubrir que la clase obrera del país marcha unida y regocijante por el
proyecto social que vive la mayor isla del Mar Caribe.
Por lo regular, es el compromiso la
mayor combustión. Nos hemos entrenado en hacer estadísticas de este tipo
de concentración. Sin embargo, las cifras plaza a plaza van cambiando,
así como las dinámicas de cada desfile. Unos duran más, por aquello de
ser territorios más amplios, otros se anticipan al desfile central (que
siempre transcurre en La Habana), porque a pesar de pertenecer al mismo
uso horario, en unos lugares amanece más temprano y al implacable sol
todos lo respetan.
Pero sin dudas, mayo inicia con el
pueblo volcado a las calles, en una suerte de manifestación noble que
busca la confrontación pacífica entre sindicatos y hacer ver al mundo
los logros de la Revolución, a través de sus trabajadores.
Todos sabemos que a pesar de las
condiciones existentes, tanto económicas como sociales, para los cubanos
el Primero de Mayo es una fecha trascendental e imprescindible en el
calendario. Tanto para los de aquí como para aquellos, que desde otros
confines del mundo prefieren venir a palpar con sentido propio la
esencia de esta fecha en la Isla.
Los titulares de los sitios de noticia
se inundarán del júbilo conveniente que ampara este momento. Para los
cubanos una jornada de festejos, para los de otros lugares un día de
reclamos. Esa contradicción es fuente de angustia.
Es el primer día de mayo y la Cuba de
hoy marcha espabilada, como aguijoneada por contextos convulsos que
también le tocan, por realidades que trascienden sus mares pero que
salpican su desarrollo. Es la Cuba que hoy grita al mundo que su
fortaleza es la unidad.
( Por Luis Yaim Martínez Acebal, tomado de Telecubanacán )
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